LA IGLESIA CATÓLICA Y LOS NIÑOS
ALBERTO MONCADA Los eclesiásticos parecen creer que si controlan la educación de los niños, les harán caso cuando sean adultos. Es algo así como considerar que las personas somos robots programables cuando todos sabemos que la vida y sus circunstancias nos van moldeando y que muchos hemos cambiado de opinión y de costumbres con el transcurso del tiempo. Pero el mundo eclesiástico español es conductista y está obsesionado con el sistema educativo. De ahí la actual ofensiva desatada por la conferencia episcopal que pretende, por una parte, seguir controlando la educación religiosa, es decir mantener el modelo de indoctrinación en la fe católica y, por otra, se opone con todas sus fuerzas a que los maestros se encarguen de preparar a los niños para ser buenos ciudadanos. Los maestros se hartan de decir a los padres que cooperen con ellos, que les ayuden a disciplinar a sus hijos pero muchas veces, los padres, cuando acceden a ocuparse un poco de sus hijos estudiantes, están más a favor de sus libertades que de sus obligaciones. Es verdad que papá y mamá tienen que ganarse la vida con esfuerzo y están permanentemente cansados y que si no fuera por los abuelos la situación sería aún peor pero, de hecho, el sistema educativo no tiene muchas posibilidades de condicionar el comportamiento moral de sus alumnos sin una coalición de complicidades en el mundo adulto. En las casas debiera haber algo así como un manual del uso del cuerpo, como suele haber uno para el uso de la lavadora. No se entiende que los niños tengan tan malos hábitos alimenticios ni que empiecen tan pronto a beber, a fumar y a consumir drogas sin que las personas que les rodean no les corrijan. Ni que haya tantos embarazos no deseados por ignorancia o falta de prevención. La urbanidad también es una asignatura urgente porque con la energía de los nuevos cuerpos infantiles se convierten en una amenaza pública. Este verano un niño persiguiendo una pelota la impulsó contra mí mientras yo leía tranquilamente junto al mar. Yo le reconvine pero enseguida surgió un abuelo que me recriminó “quien era yo para chillarle a su nieto”. Le dije que estaba haciendo lo que él debería hacer y entre otras cosas, obligarle a disculparse pero se marchó muy enfadado aunque feliz de haber protegido las libertades de su nieto. No estaría nada mal que nuestros estudiantes terminaran el bachiller entendiendo lo que es la democracia, sus libertades y responsabilidades. No hace falta que se aprendan la Constitución de memoria como yo fui inducido a aprender el catecismo y estoy seguro de que los maestros encontrarán la manera de hacerlo si todos les apoyamos. El sistema educativo europeo lleva bastante tiempo conteniendo iguales o parecidas pedagogías para socializar a los menores y espero que España se incorpore a ello sin demasiadas dificultades y sin la oposición frontal de las fuerzas vivas católicas. Es curioso que la Iglesia, que se ha visto obligada a renunciar al derecho a indoctrinarnos que tenía en la dictadura, invoque ahora los derechos de los padres para conseguir los mismos fines. Es como si se escondiese detrás de sus fieles para que éstos den la cara. Pero no parece que la mayoría de los padres se posicionen como la Iglesia desea a medida que vayan comprobando los efectos de la nueva asignatura y comparándola con lo que ellos y nosotros sufrimos Es probable que los frailes, curas y monjas de hoy sean distintos a los de mi época, algo habrán cambiado, pero no parece que la conferencia episcopal lo haya hecho, dadas sus exigencias y su pretensión de seleccionar y despedir a los maestros laicos de religión que se pagan con dinero público incluidas las condenas por despido injustificado. Yo no entiendo como el Parlamento español no se atreve a denunciar el Concordato con el Vaticano, una verdadera antigualla en nuestro régimen constitucional aunque espero que este episodio de confrontación, escasamente inteligible fuera de nuestro país, nos sirva para ganar en madurez y en independencia de uno de los poderes fácticos que durante tanto tiempo condicionaron las vidas de los españoles
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